Por Ezequiel Ipar
Ilustración Alina Najlis
Un odio desmesurado está creciendo en el espacio público. Un odio sádico que apunta al castigo y la supresión del otro niega el saber de los expertos e impide la existencia de un discurso abierto y no-violento. ¿Qué desafíos le plantean a las democracias estas nuevas mitologías de la política cotidiana? Ezequiel Ipar escribe sobre las hate news y este clima de autoritarismo donde parece tener razón el que grita más fuerte.
La pandemia nos ofreció un nuevo prisma para abordar un clima cultural hasta ahora dominado por figuras del estilo de Trump o Bolsonaro, cuyos ascensos se asocian con dispositivos tecnológicos como los que se hicieron públicos en el caso de Cambridge Analytica. El protagonismo de ese tipo de personajes en la escena política no era más que la punta del iceberg de un crecimiento del autoritarismo en la sociedad civil que tiene causas muy diversas. En medio de la crisis sanitaria, volvieron a conjugarse y abrieron un nuevo capítulo de la fusión y potenciación recíproca de eso que se conoce como discursos de odio y fake news.
Los síntomas de este fenómeno ya no pueden pasar desapercibidos. Mientras las estrategias para contener al virus exigían, razonablemente, prudencia y consideración de los intereses de todos, a través de las redes sociales se expandió veloz el lema: “primero yo y mis posesiones” (reales o imaginarias). Ese tipo de discurso se tradujo luego en una colorida saga de ilusiones anti-científicas y violencias contra los intereses democráticos. La afirmación “mi riesgo-mi elección” terminó de dar cuenta del contenido de una ideología que destila un liberalismo degradado e irreflexivo, que hubiera hecho sonrojar a algunos ídolos de esta corriente como John Stuart Mill o Adam Smith.
En esta profunda metamorfosis de ideologías, en la que republicanos defensores de la constitución asaltan con la pica en la mano a los parlamentos democráticos, tal vez ya no tenga sentido preguntarnos cómo llegamos hasta acá. Quizás haya que indagar directamente: ¿qué desafíos le plantean a las democracias estos nuevos odios y estas nuevas mitologías de la política cotidiana?
Empecemos por las fake news y la estructura específica de un tipo de comunicación: hay algo de la vida democrática que está realmente en juego aquí. Si tomamos al discurso científico como modelo de la explicación objetiva del coronavirus, entonces habría que considerar como noticias falsas o engañosas a un sinnúmero de opiniones, hipótesis y narraciones infundadas que pueden ser discutibles o problemáticas desde un punto de vista racional, pero que no son el nudo del problema al que tenemos que prestarle atención.
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