Leer, interpretar, a Roland Barthes (1915-1980) como un filósofo puede parecer una propuesta tanto banal como chocante. Decimos esto porque Barthes sí es reconocido como tal, aunque sea oficiosa y no oficialmente. Es un filósofo raro, que trabaja, no sobre filosofía, sino sobre literatura, comunicación y cultura de masas, imagen y subjetividad, empleando metodologías propias de las ciencias humanas y sociales.
La naturaleza y variedad de sus escritos permite respaldar las diversas opciones. Y así ha sucedido en la recepción crítica, que según los contextos culturales y las modas ha subrayado uno u otro perfil: político, científico, literario, filosófico.
Todos estos calificativos convienen a este autor, considerado un intelectual, un semiólogo y también un escritor. Por nuestra parte, colocaríamos esas denominaciones, y alguna más, bajo el paraguas de la filosofía. No solo porque, en su amplitud y diversidad contemporáneas, la filosofía permite acoger todos esos matices, sino porque en el trabajo de Barthes es posible señalar una raíz y una textura filosóficas.
¿Quién es Barthes?
Roland Barthes estudió filología clásica. Aunque nunca ejerció como tal, sus estudios le dotaron de un notable conocimiento del mundo clásico, griego y latino, y aplicó ese conocimiento durante toda su carrera. No en vano, uno de los componentes destacados de la cultura clásica a la que accede Barthes es la filosofía.
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