Seguir leyendo: Juan José Martínez D’Aubuisson
En el último año, tres casos han despertado la atención del periodismo que se hace en la región norte de Centromérica. Tres casos en los que periodistas reconocidos y representando a grandes medios violaron los acuerdos de confidencialidad, manipularon la información para volverla más atractiva o simplemente mintieron para conseguir beneficios. Todos pusieron en riesgo a otras personas.
Hablo, en primer lugar, del caso de Michele Crameri, reconocido fotógrafo italosuizo que llegó a San Pedro Sula buscando hacer un fotorreportaje sobre la vida de los sicarios. Pero, a falta de sicarios, usó a su mismo fixer para que posara en una serie de fotografías en su trabajo titulado Sicario. A job like any other. (Warning graphic content) publicado en 2016.
La farsa fue desvelada por varios fotoperiodistas que han trabajado en Honduras cubriendo violencia y pandillas. Ellos se tomaron la tarea de investigar el trabajo de Crameri y encontraron serias incongruencias. Entre ellas, que el supuesto vehículo de los sicarios era el mismo taxi que el fotógrafo contrató para moverse en la ciudad, o que una de la personas fotografiada mientras era agredida por un supuesto sicario resultó ser el mismo fixer de Crameri, a quien este le pidió explícitamente que posara. En fin, que aquello se trataba de montajes. Además estaba el testimonio del mismo fixer, quien aseguró haber posado en muchas de las fotos a petición del fotógrafo. En este artículo se detalla con más precisión.