Las vertiginosas dinámicas que vehiculan la transición de la industria audiovisual al ecosistema digital generan periódicas contradicciones a medio camino entre lo previsible y lo inesperado. Por un lado, la contundente normalización de nuevos dispositivos y sus irreversibles efectos sobre unos hábitos de consumo cada vez más ligados a la movilidad y la personalización alimentan recurrentes profecías sobre la futura desaparición de los medios tradicionales.
Sin embargo, y paralelamente, la convergencia y la hibridación de lenguajes y géneros, unidas a las efectivas estrategias de integración de los actores analógicos en el entorno online, confirman las tesis sobre la nueva ecología mediática defendidas hace años por el profesor Carlos A. Scolari, sintetizadas con brillantez semántica y estética en su recién publicado (junto al diseñador gráfico Fernando Rapa) Media Evolution. Sobre el origen de las especies mediáticas. El libro constituye un creativo e innovador compendio de herramientas –resulta fascinante la lectura de conceptos e imágenes a dos columnas que dialogan entre sí y promueven la intertextualidad– con las que se brindan pautas para comprender el continuo proceso de transformación e interacción entre especie y medio ambiente: entre los medios de comunicación y sus respectivos y mutantes contextos sociales, tecnológicos y culturales. Sobre todos ellos destaca por su impronta popular la pantalla televisiva.
«En su historia, la televisión se ocupó primero del mundo (paleotelevisión), después de sí misma (neotelevisión) y, finalmente, de sus destinatarios (etapa actual). La televisión, un fenómeno masivo que conocimos materializado en ese mueble entronizado en el living-room de nuestras casas, que activaba la sociabilidad familiar… está condenada a desaparecer. Hemos entrado en el periodo final, en el periodo de la televisión del destinatario». La reflexión, recogida en el citado Media Evolution, pertenece al sociólogo y antropólogo argentino Eliseo Verón, con quien conversó el propio Scolari en 2008. En ella se anticipa uno de los efectos más disruptivos del entorno digital contemporáneo, la individualización del consumo televisivo, que se apoya sobre un gesto paradójicamente antagónico: su socialización en las redes.
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