Isabel Martín
La frase “el medio es el mensaje”, popularizada por Marshall McLuhan en 1964, defendía que en la era de la comunicación de masas las características del canal de transmisión tienen tanto o más peso que lo que se quiera decir. Este concepto se adapta hoy de una manera peculiar al universo de Twitter, una red social cuyo valor desde el punto de vista del relato político no es tanto el de vehículo de transmisión de información sino el de generador de posibles discursos.
Pero ¿en qué medida nos importa lo que se diga o deje de decir en la red de microblogging si sus usuarios solo suponen un porcentaje mínimo y segregado de la sociedad? La respuesta parca es que la política no es Twitter pero Twitter sí es un termómetro de la política. En otras palabras, sirve para intuir por dónde irán los tiros. La plataforma propicia una conversación entre sujetos politizados que fluye mucho más rápido que en otros medios, que carece de moderadores rígidos y que, al final del día, la lideran prescriptores (influencers) que inciden en el relato institucional, como lo son los políticos, actores y periodistas de renombre. Por ello, Twitter sirve para que los lobbies se hagan una idea del éxito que podrían tener sus relatos, utilizando a los usuarios que no son influencers como grupo piloto.
La base con la que trabaja este artículo es, pues, que Twitter ni se acerca a representar la sociedad. Sin embargo, la efectividad de un determinado relato como, por ejemplo, no hemos perdido las elecciones, nos las han robado se puede probar antes allí que en otras plataformas. En otras palabras, Twitter como paso previo a la agenda setting.
En el contexto del debate político en esta plataforma, el hashtag es una herramienta fundamental. La importancia del hashtag reside en que guía a los navegantes, desorientados o conocedores del panorama de la red, para asegurarles que lo que leerán no solo les interesará sino que pertenecerá a una línea ideológica con la que se sienten cómodos. De esta reflexión extraemos una premisa: el hashtag se erige como sello de calidad que puede llegar a sustituir al fact-checking. De “el medio es el mensaje” pasamos a “el hashtag es el mensaje”…
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