La última frontera (por el momento) de la igualdad constitucional

En el binomio sexo/género se han concentrado con más intensidad que en ningún otro ámbito las resistencias al reconocimiento de las diferencias individuales.

El matrimonio entre personas del mismo sexo no estaba en la cabeza de los constituyentes, pero sí está en la Constitución.

Hay otros, como la violencia de género, que exigen más que la aprobación de una ley. Pero el matrimonio entre personas del mismo sexo o la interrupción del embarazo no.

Los seres humanos, por el contrario, no podemos coexistir sin explicarnos a nosotros mismos el por qué y el cómo de nuestra convivencia. Tenemos que «gestionar» nuestras diferencias. Para ello, tenemos que inventar «ficciones» a través de las cuales explicar la forma en que nos relacionamos los unos con los otros. Nuestra vida descansa en «ficciones», en entes de razón inventados por nosotros mismos para hacer posible la convivencia. Es nuestra capacidad «fabuladora», nuestra capacidad de «inventar ficciones», la que nos ha permitido transitar de la pura «coexistencia» animal a la «convivencia» humana.

Y para garantizar el ejercicio del derecho a la diferencia individual es para lo que está el principio de igualdad en la Constitución. No para que todos seamos iguales, que es radicalmente imposible, sino para que cada uno tenga derecho a ser diferente.

Fragmentos de un texto de Javier Pérez Royo en el Diario.es