Hasta que a Miguel de Molina empezaron a respetarle era conocido como la Miguela. De familia malagueña muy humilde, el ‘faraón de la copla’ tuvo que trabajar limpiado habitaciones en un burdel, organizando fiestas flamencas y bailando y cantando donde le dejaban. Ojos verdes, La bien pagá, Triniá y El día que nací yo le lanzaron a la fama, así como su peculiar forma de vestir en escena y sus performances atrevidas. Actuó muchas veces para animar a las tropas republicanas, y tuvo que huir de España por amenazas por parte del Régimen. Por «rojo y maricón» pasó su vida entre Argentina y México llenando teatros y reinventando la copla. La sombra de García Lorca, conocido y admirado suyo, siempre le persiguió. En el Teatro Infanta Isabel de Madrid representan ahora su vida y obra.
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